1. LA ACCIÓN: Antecedentes

Fake y de(sin)formación en tiempos de literalidad


por Martirio


I.

Probablemente, quien sostiene ahora mismo este número abierto entre sus manos ya nos conoce en mayor o menor grado, o por lo menos le suena, ha leído algún titular, compartido, respondido, discutido, aplaudido, se ha compadecido, ha pulsado el botón de like, de retweet, le ha hervido la sangre, le han subido/bajado los followers, ha criticado con argumentos, reforzado y/o blindado su opción ética y política, desparramado bilis sobre el teclado de su smartphone, etcétera, acerca del perverso y despiadado Tour de La Manada. Y era lo que pretendíamos, desde luego.

Como colectivo, una de nuestras facetas desde el año 2013 consiste en planear y llevar a cabo actos ultrarracionalistas. Para ello partimos de una tesis o visión ultrarracional del mundo a partir de la cual asumimos e interpretamos una ficción como real (normalmente una porción de verdad estirada hasta sus últimas consecuencias), que contrastamos con las respuestas del público, introduciendo, además, distintas formas de ironía en función de sus objetivos y contenidos. En realidad, nuestro objetivo último es poner a prueba la autenticidad de estas asunciones y que los comportamientos y actitudes estimados reafirmen o no los modos en que entendemos al Pueblo. Naturalmente, no podemos saber cómo terminará cada uno de ellos, sino tan solo suponerlo, pero lo más interesante de un acto en todo caso, además de su lado performativo, es la variedad de lecturas e interpretaciones que puede llegar a tener en función de los grupos que lo reciben. El común denominador que rige a todos ellos es una estrategia de comunicación viral y de guerrilla que hemos ido perfeccionando con los años.

«A cada Botella le llega su Dos de Mayo» (2013)

En sus inicios, los actos podrían verse como intervenciones puntuales en el espacio público, ya fuera en «A cada Botella le llega su Dos de Mayo», en el que se relacionaba irónicamente a la antigua alcaldesa de Madrid con el también impuesto José Bonaparte; en la sustitución de las efigies de la Virgen del Carmen y el Niño Jesús de Sevilla por las de María Teresa Campos e Iniesta como auténticos iconos de culto contemporáneos; en la «Autopista del Prado», en alusión al insoportable tráfico de este «paseo»; en «Velamine Sol», como epicentro de presencia velamínica en esta parada de metro después de que Ignacio González se la vendiera a Vodafone; o en el mural con decoración de bazar del Edificio España cuando fue comprado por el holding chino Wanda. A medida que crecía la alarma social y política (o al menos así lo parecía) con las elecciones del 2015 en España, los actos fueron tomando progresivamente la forma de manifestación o protesta en boca de algún supuesto grupo o colectivo, como en «Mundo antiguo», «Hipsters con Rajoy», «Sí nos representan», «Los Cleroflautas», «Turistes pel Si», «Espanyols pel Si», «Las Abasfans» y un largo etcétera; e incluso otros no han requerido una performance física, como «Just F*ck», «DemocrApp» o «FLO». En general, los actos han ido ganando cada vez más repercusión en los medios de comunicación, y es que para entender esta evolución es fundamental tener en cuenta unas circunstancias globales que se han ido desarrollando en paralelo y que han condicionado por completo nuestro trabajo: la consolidación de las redes sociales como prolongación de la esfera pública y, especialmente, el auge de la desinformación y las noticias falsas.

Si se ha leído con atención la definición de los actos, este «asumir una ficción como real contrastando las respuestas del público» hace de las noticias falsas un terreno bastante fértil. Si bien la crisis de los medios de comunicación es un problema social del que sacan tajada millones de interesados en todo el mundo, entre ellos los propios medios, desde el florecimiento de los medios digitales, en cada noticia en la que se pone el grito en el cielo por la irremediable pérdida del valor de la información, el tono general de las mismas presupone un receptor pasivo y pseudovictimizado, una visión paternalista de los públicos que pasa por alto su rol activo y su parte de responsabilidad en todo este asunto. Nuestro foco avanza un poco más al señalar que sin ciertos comportamientos y actitudes del Pueblo, educado ya en la cultura-red, y el beneficio que sacan los medios en su agónica supervivencia, las noticias falsas no tendrían tal peso en el control de las narrativas. En todo caso, en cada acto que viralizamos a través de las redes sociales añadimos una nota de prensa con ciertas dosis de ironía implícita como última llamada a la cordura. En el fondo somos unas biempensantes.

No somos pioneras en esto, desde luego, pues ya fue señalado y performativizado por referentes de sobra conocidos como The Yes Men o Joey Skaggs (como media prankster), a quienes hemos entrevistado recientemente y cuyo trabajo admiramos, pero sí continuistas de esta forma de entender el activismo en el campo de la comunicación. Otro ejemplo poco referenciado de ámbito nacional y que reivindico con entusiasmo sería el artista Javier Núñez Gasco, cuyas obras de principios de los 2000 se centraron en revelar la total falta de rigor inherente a muchos de los profesionales y al resto de los elementos que integran el espectáculo o gran fiesta mayor que son los medios de masas. En su serie «Desde dentro (intervención social)» reúne piezas en las que él mismo da vida a personajes con historias estrambóticas que consigue colar en prensa y televisión, como por ejemplo en el programa Esta es mi gente (Telemadrid) presentado por Jesús Vázquez, un formato similar a El diario de Patricia en el que encarnaba el papel de un tipo que había conducido de Madrid a Valencia durante la noche de San Juan sólo para bañarse en el mar desnudo y pedir el deseo de que le fuera bien con sus dos novias; o como cuando se infiltró como un hincha más durante la celebración de la Copa de Europa del Real Madrid (2002) para que su imagen abriera los informativos; o, quizá el más conocido, cuando se implantó un chip de perro (real), avisó a los medios y les dio a cada uno una versión diferente tanto de los motivos que le llevaron a hacerlo como de todo el proceso. Por supuesto que ningún periodista contrastó la información y se publicaron varias versiones de una misma noticia. Pienso en cuán distintos serían estos fakes, concebidos en los albores del siglo cuando el espectáculo todavía era unidireccional, en el contexto actual: entre un tiempo y otro media que el receptor es activo y tiene Twitter.

Javier Núñez Blasco se implantó un chip de perro (o eso dijeron los medios).

Hay dos actos más que produjimos en torno a la desinformación y la —sine qua non— participación de los públicos que pueden llegar a exponer mejor esta relación: «Razonomator» y la noticia falsa «El podemita José Luis Galeón: “Todos los subnormales votan al PP”». En el primero creamos un generador automático de titulares falsos con la opción de compartirlos en Facebook y Twitter, obviamente con todos los ingredientes sensacionalistas que los hacen virales: personajes de la actualidad y la política y declaraciones desmesuradas con resultados hilarantes (Ej.: «Carmen Calvo dice que “se pasa por el coño” al buen gusto y la decencia», «Irene Montero hace subir la prima de riesgo al criticar al rey Juan Carlos» o «La izquierda abertzale es ETA, según personalidades afines a Felipe González»). Por supuesto, estéticamente los titulares parecen de La Razón, pero el enlace dirige a la web de Razonomator sin ningún cuerpo de noticia, cosa que para el Pueblo es irrelevante, pues tanto da que sea de Mediterráneo Digital o de El País: su actividad se reduce a reaccionar, compartir y descargar todo su odio en comentarios. Ej.: «Echenique dice que “se pasa por el coño” a la casa real».

El caso de la noticia falsa «El podemita José Luis Galeón…» pretendía comprobar, ya con un cuerpo de noticia desarrollado y con los ingredientes estudiados al detalle, la simplicidad con que finalmente se consumen y viralizan este tipo de noticias. Con el esquema narrativo básico de una princesa o los votantes del PP (sujeto damnificado), un dragón o Podemos (sujeto damnificador) y un caballero o los públicos (héroe que hace justicia), escogimos un tema de actualidad como el derecho a voto en personas con discapacidad intelectual y redactamos un artículo en base a ocurrencias propias, copypaste de medios reales y, lo que es más importante, un desmentido final:

«Esto, por supuesto, es una noticia falsa dedicada a nuestra querida Gente Entrañable y al bueno de José Luis (miembro ultrarracionalista), que es su cumpleaños, pero nadie lee tan lejos en los artículos. Podéis ver el proceso de creación y las conclusiones aquí. ¡Felicidades, José Luis!».

Como se ve, lo más alarmante es que esta noticia falsa publicada en nuestra página web y compartida en distintos grupos de Facebook de ambas ideologías a su vez redirigía a otro artículo en el que analizábamos abiertamente quién, cómo, dónde, cuándo y, fundamentalmente, por qué. Una dinámica que, por supuesto, también implementamos en el caso del falso Tour de La Manada. 

II.

Muy a nuestro pesar, el falso Tour de La Manada ha sido, de todos, el acto que más repercusión ha tenido y que, por las propias dinámicas digitales y el interés particular de muchos medios de comunicación en protegerse las espaldas, menos se ha comprendido. Es por esto que yo lo considero un fracaso y un éxito a la vez, pues si de un lado confirma aquello que intentamos demostrar desde hace tiempo, del otro sus consecuencias económicas y sociales son demasiado altas. Nuestro objetivo con el acto estaba claro: equiparar el comportamiento de estos medios de comunicación ante sucesos escabrosos que afectan de lleno a la sociedad con otro tipo de actividades de consumo de masas —y subrayo consumo— como son los tours del terror o dark tourism. En este tipo de tours, como el de Jack el Destripador en Londres, como el de la Barcelona Prohibida con la Vampira del Raval, como los de los campos de Auschwitz-Birkenau, como el de la Inquisición en Madrid y la exposición de sus objetos de tortura en Toledo y un larguísimo etcétera, se pretende, a lo lieux de mémoire, ilustrar sobre un tanato-pasado con la máxima hipócrita de no repetir los errores de entonces o regodearse en los crímenes cometidos, pero, eso sí, pasando después el cepillo. Docere et delectare no apto para todos los estómagos.

Quisiera hacer un pequeño paréntesis para definir mejor a qué tipo de actividad de consumo de masas nos referimos, pues con frecuencia se confunden las actividades relacionadas con el trabajo de memoria en comunidades e identidades (memory studies) con otras que son en sí una industria que capitaliza la desgracia. Desde la segunda mitad del siglo pasado y la incipiente globalización, se ha venido alertando de la progresiva pérdida o vulneración de la identidad de muchas comunidades y se ha puesto en valor su tratamiento, recuperación y adaptación, lo cual incluye intervenir necesariamente en procesos traumáticos pasados y su relación con el presente. Pero con la globalización también se ha generado otro fenómeno: el cambio en las motivaciones del turismo como un consumo masivo y planificado de experiencias, entre las que la fascinación por sucesos desagradables, ya sea por razones de aprendizaje (comprensión de los hechos, simpatizar con las víctimas de la tragedia, curiosidad por dar respuesta a los límites éticos de nuestra especie…) o morbosidad (la muerte y la violencia nos atraen por multitud de razones), constituye una industria que mueve a muchísima población en todo el mundo. Que este tipo de turismo se desplace de la experiencia física a la televisada 24/7 durante largos y oportunos meses aterra, pero si además el objeto espectacularizado es un caso reciente demuestra que a los medios les interesa más bien poco esto del aprendizaje y se decantan más por el morbo.

Por tanto: sí, existe una diferencia entre el dark tourism y las malas prácticas de los medios de comunicación: mientras que el primero se puede incluir dentro de una clasificación mayor de las motivaciones del turismo (desconexión, aprendizaje, satisfacción en la experiencia de visita, morbo, etcétera, también criticables por otras razones), los medios de comunicación, ya sea en televisión, radio, prensa y digitales, rentabilizan esta atracción de los públicos por la desgracia y la naturaleza macabra de ciertos sucesos recreando en prime time la misma experiencia y escudándose en que su deber es informar. Lo cual es mucho más grave.

De modo que, como en los actos antes descritos, lo que perseguíamos precisamente era subrayar de forma crítica esta interdependencia entre medios, contenidos desagradables y demanda del público, esta ausencia total de ética periodística en la recopilación, exposición y reposición continua de información nociva para el debate social y rentable por su morbosidad e índices de audiencia disparados. Como en los tours terroríficos, la manera en que estos contenidos son expuestos al público están ya turistificados, es decir, el recorrido de lo sucedido durante la noche del 7 de julio de 2016 estaba ya grabado en las retinas de todos nosotros (recordemos la quinta categoría de Seaton: viajes de recreaciones o simulaciones de muertes), con continuas actualizaciones de su desarrollo punto a punto a medida que la investigación avanzaba y Ana Rosa, Susanna Griso y compañía ejercían de guías, afectadísimas, por supuesto. «Estirar una porción de verdad —los principales medios de comunicación no tienen ningún pudor en explotar económicamente la desgracia— hasta sus últimas consecuencias, interpretando una ficción como real —un tour falso que tan solo existe en una página web durante tres días— e introduciendo distintas formas de ironía —un texto construido a partir de la información ya aportada durante dos años por los medios e irónico hacia los miembros de La Manada—» es, como vengo explicando, el tipo de acto que como colectivo desarrollamos.

La judicialización del falso Tour de La Manada ha pasado por alto intencionadamente —lo trataremos en adelante— tanto nuestro trabajo previo como nuestra motivación y metodología detrás del acto, y no porque no lo hayamos repetido por activa y por pasiva desde nuestros propios canales (muy limitados en comparación con el bombardeo «informativo» de los medios) y a lo largo del proceso judicial. La sentencia final que recurrimos recoge la acusación por «cosificación de la víctima» situándonos del mismo lado que los miembros de La Manada, caricaturizándonos como unos locos enaltecedores de las violaciones —siguiendo esta lógica, ¿también lo son los medios de comunicación? Ah, no, que estos de verdad cobran—, y legitimando una lectura literal de las supuestas pruebas que confirman tal asunción. Respecto a la víctima, en ningún momento tuvimos ánimo de ofenderla, no era nuestro objetivo, y por esto no pensamos que pudiera ocurrir y menos que acabara por estos derroteros. De la misma manera han sido espectacularizados en los medios año tras año casos como el de Diana Quer, Marta del Castillo o Julen entre los más recientes y no sólo en España, aunque asumo la crítica que se ha emitido hacia el acto desde distintas voces y colectivos por no tener en cuenta las consecuencias psicológicas y el trauma de la violación, y por supuesto que lo reconocemos, interiorizamos y aprendemos de ello. Sin embargo, considero que el procedimiento judicial por el cual el faso tour de La Manada pasa de ser un proceso civil a uno penal, y todo lo que esto conlleva, está directamente relacionado con el contexto desinformativo al que aludí más arriba y que exploraremos a lo largo de esta publicación; contexto que los medios de comunicación conocen y deforman a conciencia —pues desmentimos y justificamos detalladamente el acto el mismo día que explotó la noticia y todavía a día de hoy emiten, comparten y tuitean sobre él llevando a engaño— generando un clima propenso a la polarización y el odio en el que difícilmente caben o cabrán posiciones críticas y no digamos irónicas.