El juicio


Por Anónimo García


El juicio se celebró el 26 de noviembre de 2019 a las 12:00. Fue en Pamplona, a donde viajé el día de antes para visitar la calle Estafeta, que está repleta de tiendas de souvenirs. Mi objetivo no era otro que el de recabar la única prueba que me faltaba: fotos de las tiendas que venden las camisetas de los miembros de La Manada, uno de los hechos más icónicos de los que se nos acusa.

Como ocurre con la ruta misma, la web del tour de La Manada solo cambiaba las camisetas de sitio. Anunciaba que tras el tour se podrían «adquirir en una tienda cercana», lo que la abogada interpreta en sus conclusiones como un intento de «promover la imitación del vestuario de esos cinco agresores sexuales». Sin embargo la web solo reproducía un hecho real. Las camisetas que vestían los miembros de La Manada son prendas genéricas de las fiestas de San Fermín, que presentan toros y manchas de sangre, y cualquiera que pasee por el centro de Pamplona puede comprar durante todo el año, no solo durante las fiestas. Incluso se pueden adquirir online. Al ver esas camisetas en escaparates ineludiblemente viene a nuestra memoria las imágenes tantas veces difundidas de La Manada, resultando ciertamente grotesco verlas a la venta.

Allí estaban también el día antes del juicio. Las fotografié pero me faltaba un elemento: un periódico que evidenciase que las imágenes eran actuales. Nada más pensarlo unas chicas me abordaron para venderme un De Verdad. Vi que estaba fechado ese mismo mes, y lo compré sin dudarlo, ante su sorpresa.

Con las fotos en mi poder fui al juicio, que a petición de la acusación fue a puerta cerrada. Solo entró una «colaboradora» de la parte acusadora.

Por entre 5 y 8 euros se pueden comprar en el centro de Pamplona algunas de las camisetas que vestían los miembros de La Manada, hecho que la web del falso tour reflejó y que la abogada demandante interpreta como un intento de promover «la imitación de su vestuario».

Las pruebas

Los juicios tienen unos rituales metódicos y un orden determinado. Soy incapaz de recordar los rituales, que como en misa consisten en que la juez repite frases hechas a las cuales unas y otros responden automáticamente con otras frases hechas.

El orden, por el contrario, es más fácil de recordar. En primer lugar se aportan las pruebas, que en nuestro caso fueron:

El interrogatorio

Tras aportar las pruebas llega el cuerpo central del juicio: rondas de preguntas por parte de la acusación, la fiscalía y la defensa a la persona acusada y cada unx de lxs testigos. De ese modo, en nuestro caso la primera batería de preguntas fue de la abogada acusadora hacia mí, seguida por la fiscal y mi abogado. Ese mismo orden de preguntas recibieron las testigos: la denunciante, su supuesta psicóloga y la exdirectora del Instituto Navarro para la Igualdad (INI), en calidad de demandante original. Hemos de notar que la fiscal no nos hizo ninguna pregunta a mí ni a las testigos.

El juicio, por tanto, empezó por la parte más dura. La abogada acusadora era implacable, y de una u otra forma conseguía dirigir el tema a su terreno. Esto, que ahora veo tan obvio, me pilló por sorpresa, ya que su acusación me parecía fácilmente desmontable porque se fundamenta en que el tour era real. Si algo debía haber aprendido del ultrarracionalismo es que incluso lo más grotesco se puede justificar, y eso es precisamente lo que hacía la abogada.

Sus preguntas me parecieron absurdas, pero dirigían mis respuestas de manera que luego las podía usar contra mí en sus conclusiones. Insistió, por ejemplo, en el hecho de que no habíamos presentado la web completa, omitiendo la dirección de email. A su pregunta de si la web incluía un mail le dije que sí, y a quienes nos escribieron (unas 2.000 personas, muchas interesadas en hacer el tour, otras muchas amenazando con partirnos la cabeza) les respondimos el día 6 con un link al desmentido. Luego, en sus conclusiones, la abogada interpretó la existencia de esa dirección de mail como una prueba de que el tour iba a ser real, y dio por inválida mi respuesta al no haber aportado ese link como prueba. Este es un ejemplo clásico de su argumentación: aisla hechos concretos, que dirige en una dirección, pasando por alto el elefante en la sala que era el desmentido.

En el momento más grotesto me espetó «¿No es verdad que usted ensalzaba a los miembros de La Manada con expresiones como ‘peinados a la última moda’?». A lo que respondí «¿Pero usted me ve a mí, que tengo un peinado pasado de moda en los años 70?». Como en este caso, sus preguntas eran en realidad acusaciones de las cuales es difícil desprenderse.

No me extiendo más en su batería de preguntas, que puede verse en el vídeo a continuación.

Las conclusiones

Tras la ronda de preguntas llegan las conclusiones, en ese mismo orden: acusación, fiscal y defensa.

  • La abogada acusadora seguía insistiendo el tour era real y que el desmentido no es más que una excusa. Reafirmó su petición de 39 meses de cárcel y 20.000 euros de indemnización. Aquí las reproducimos íntegramente.
  • La fiscal también se mantuvo fiel a su escrito original: por una parte observó que el caso de La Manada no debía haber sido usado, pero sostuvo que no había quebrantamiento de la ley. Pidió sobreseimiento.
  • La defensa desmintió las incorrecciones de la parte acusadora, que negaba evidencias tales como que el 5 de diciembre de 2018 hubiera habido una sentencia condenatoria a los miembros de La Manada. Pidió la absolución.

Durante todo este proceso la juez permaneció notablemente atenta y visiblemente imparcial. Me causó muy buena impresión. Tomaba notas de las respuestas de unas y otras y llamaba a mantenernos en el tema cuando nos desviábamos.

La última palabra

Tras las conclusiones, la persona acusada tiene derecho a la última palabra. La mayoría de falacias de la abogada acusadora habían sido puntualizadas por mi abogado, de modo que no tenía mucho sentido responder una por una. Solo quise recordarle la existencia del desmentido con un símil que se me ocurrió sobre la marcha y que ahora reproduzco un poco mejor de lo que los nervios y mi pobre dicción me permitieron en ese momento: la película Psicosis de Alfred Hitchcock comienza con affaire, robo y huida, y solo bien entrada en metraje tiene el (in)esperado giro de guion que la convierte en lo que todxs conocemos. La abogada acusadora insiste en criticar el tour solo por esos primeros minutos de película, ignorando intencionadamente de qué trata en realidad, incluso cuando alguien se lo señala.

Estas últimas palabras, que duraron menos de un minuto, fueron objeto de una mentira especialmente grave primero por parte de la juez en la sentencia y después por el Consejo General del Poder Judicial en su comunicado de prensa: pusieron en mi boca una frase que no pronuncié, pero que condicionó el tratamiento del caso en la opinión pública.

Valoración y sentencia

La valoración de mi abogado fue buena. Estaba convencido de que iba a resultar en absolución, dado que las argumentaciones de la abogada acusadora eran infundadas. La sentencia llegaría antes de navidades.

Pero quince días después me enteré por la prensa de que la interpretación de la juez había sido muy distinta. Me condenaba a 18 meses de cárcel, 15.000 euros de indemnización y costas. Un golpe duro que me condujo a un juicio mucho más severo: el social.